21 de junio de 2009

Sociedad Civil y Comunicación: Democratizar la palabra para democratizar a la sociedad


Por Alejandro Carrillo Correa
Colaboración para el Periódico Galera


Para el neoliberalismo, los medios de comunicación representan una herramienta de control social que cumplen con el propósito de mantener el orden público, político y económico, en pocas palabras, mantener el orden capitalista que abre, cada día más, la brecha social y que beneficia únicamente a una minoría.

Puede resultar utópico que, en un mundo tan institucionalizado como en el que vivimos, el papel de la sociedad como un agente de cambio en materia de comunicación represente un factor clave. Sin embargo, gracias al avance de las nuevas tecnologías, los individuos gozan de mayor libertad de expresión y de esta forma pueden repercutir con mayor determinación en la opinión pública de la sociedad. Muchas personas se dan cuenta de la injusticia social que representa el control total de los medios de comunicación y lo denuncian, se organizan y buscan cambiar el sistema, pero sobretodo, crean nuevos medios de comunicación, crean comunicación alternativa.

Pero en realidad, ¿qué significa un medio de comunicación alternativo? Pues bien, primeramente hay que resaltar que lo “alternativo” se cimienta en principios; la libertad, la consciencia, la solidaridad y la justicia son los ejes rectores de lo que se puede considerar como un medio alternativo, sin embargo, cabe mencionar que la alternatividad no tiene una fórmula exacta. Estos procesos de comunicación giran en torno al contexto y circunstancias sociales que se viven en el momento. Los individuos conscientes gozan de la libertad de expresión con pleno conocimiento de causa y se solidarizan con los sectores más desinformados, echando abajo esas ideologías que detentan el poder y crean un falso sentido de la realidad.

Es en este punto cuando la sociedad civil se organiza y busca informar, pero sobre todo comunicar. La finalidad es que la mayoría de los sectores participen en un inminente cambio social y revolucionario, representante del derecho a valores fundamentales del hombre como la cultura, la libertad de elección y el desarrollo intelectual del individuo.

"LA FINALIDAD ES QUE LA MAYORÍA DE LOS SECTORES PARTICIPEN EN UN INMINENTE CAMBIO SOCIAL Y REVOLUCIONARIO"

"LA COMUNICACIÓN ALTERNATIVA ES ALTERNATIVA PORQUE REPRESENTA UNA OPCIÓN DIFERENTE"


En términos prácticos, la comunicación alternativa es alternativa porque representa una opción diferente. Frente a la comunicación masiva surge la comunicación de la sociedad civil que renuncia a utilizar los medios como instrumentos de manipulación y desinformación, optando por comunicar las diversas expresiones sociales de la cultura en todos sus niveles.

Encontrar una solución a los grandes problemas de nuestra realidad implica contar con medios de comunicación con un sentido analítico, antiautoritario, pero sobre todo plural y crítico. De esta manera, creemos en la necesidad de crear medios de comunicación que emerjan como respuesta al poder fáctico que ostenta el poder y empobrece al pueblo.

Dentro del XXI Encuentro AMIC, se ha reflexionado sobre el papel que juega la sociedad civil dentro de los procesos de comunicación generando sus propias alternativas. Se ha llegado a la conclusión que la participación ciudadana tiene la responsabilidad de sentar las bases de la nueva era de la comunicación global. En palabras del ideólogo revolucionario Ricardo Flores Magón, “únicamente el pueblo organizado puede salvar al pueblo”.

15 de junio de 2009

Guerra y Periodismo: Morir para Informar

Foto y Reportaje: Alejandro Carrillo Correa
Colaboración para Teip Magazine


El periodismo siempre ha sido un oficio importante para el progreso de la humanidad; quienes han dedicado su vida a las páginas de un periódico o quienes aspiramos a hacerlo, sabemos que ser periodista implica prestar un servicio primordial a la gente, el servicio de la información. Por lo regular, la información no se encuentra en lugares seguros y agradables, pero el buen periodista debe estar ahí, en el lugar de la noticia para llevar a los demás las impresiones y testimonios de los sucesos que se desarrollan diariamente. Lamentablemente, la irracionalidad del hombre, muchas veces hace que el lugar de la noticia sea la guerra.

Para algunos periodistas, ser corresponsal de guerra es como el examen final de la profesión, el punto máximo del periodismo; en este caso no se confunda la pasión con el sadismo o peor aún, con el suicidio, nada de eso. Es muy difícil describir la valentía de quienes arriesgan su vida para cubrir una guerra y llevar a miles de personas una realidad que quizá sea nos resulte lejana, pero que nos concierne a todos.

Vietnam fue un parteaguas en la historia del periodismo de guerra. Nunca antes se habían concedido tantas facilidades a los periodistas para realizar su trabajo y para estar, literalmente, en la línea de fuego del conflicto. Esto permitió que los distintos medios de comunicación llegaran a más personas con una visión más certera. La participación de los periodistas en la guerra de Vietnam fue tanta, que los Estados Unidos acusaron a los medios de ser los culpables de la derrota norteamericana. A partir de entonces, el periodismo de guerra dio un vuelco radical, en donde los estados deciden la información que se puede difundir y la manejan a su conveniencia; ocultando a las víctimas de la guerra, víctimas de crímenes de lesa humanidad, acciones que atentan a la sensatez.

Sin duda alguna, una voz más que calificada en cuestiones de guerra, fue el gran periodista y escritor Ryszard Kapuscinski, quien a través de su trabajó luchó a lado de los más vulnerables para lograr una vida más justa y digna para todos alrededor del mundo, y quien además laboró en los principales periódicos del mundo, entre ellos The New York Times y La Jornada. Para él, la labor del corresponsal de guerra se demerita en gran medida al encerrar a los periodistas en hoteles, apartándolos del conflicto, convirtiéndolos en simples artefactos de correspondencia cuya única labor es recibir comunicados “oficiales” y reenviarlos a sus redacciones; por estas razones Kapuscinski se negó a ir a la guerra de Irak, y no lo hizo por cobardía, sino por dignidad y respeto a su trabajo. “Los periodistas están en hoteles y sólo les dan los comunicados oficiales. Eso no es periodismo. De la guerra de Irak, que fue en la primera en la que se aplicó esa doctrina, me fui, porque eso es el fin del periodismo de guerra. En esas circunstancias, el periodista no puede moverse libremente y se convierte en correo postal de comunicados oficiales”.

Es preocupante el inminente retroceso que se vive en el periodismo de guerra. El conflicto palestino-israelí es un buen ejemplo para demostrar la censura que sufren los corresponsales de los medios de comunicación. Algunas organizaciones sociales y de periodistas han denunciado que tanto los gobiernos de Israel como el de Palestina obligan a los reporteros a permanecer en sus hoteles y a esperar los comunicados que ellos mismos les proporcionan, atentando contra la libertad de prensa y en la mayoría de los casos tergiversando la verdad. Si en un momento dado, algún periodista se niega a acatar estas indicaciones, se les amenaza con retirar la protección e incluso son acosados e intimidados.

La labor del periodista de guerra está en detrimento gracias a algunos avances tecnológicos que le permiten al jefe de redacción tener más información a la mano de la que el corresponsal le puede proporcionar. Se podría decir que antes, el periodista tenía mayor libertad de moverse y dependía de su talento, en este sentido el trabajo periodístico ha cambiado mucho. Sin embargo, gracias a tecnologías como internet, se le puede dar al periodismo un sentido más ciudadano, más cercano a la gente común, que está libre de ataduras y que se ha lanzado a contar la guerra en primer plano. Así es como se conocieron las torturas en las cárceles de Irak y las injusticias cometidas contra los palestinos en la Franja de Gaza. Después de todo, la razón del periodismo siempre será la misma: dar a conocer la verdad sin importar cómo.

Si tuviéramos que definir con un nombre el periodismo de guerra, ése sería: Robert Capa. Para este húngaro, la Guerra Civil Española, la Primera Guerra Mundial y Vietnam fueron lugares cotidianos de trabajo. Desde joven fue un gran apasionado de la fotografía y fueron sus fotos de la guerra los que le valieron su fama como reportero gráfico cuya obra se considera como única y exacta. Su vida terminó cuando tomaba unas fotografías de un avance militar en Indochina y accidentalmente pisó una mina.

Probablemente el oficio del corresponsal de guerra haya cambiado radicalmente por cuestiones tecnológicas y políticas que están fuera del alcance de los periodistas, sin embargo, las guerras seguirán siendo igual de peligrosas y nocivas para la humanidad, y el periodismo tiene la obligación de seguir siendo la artillería de la libertad; en palabras de Kapuscinski, “el buen periodista es un testigo que debe estar pegado a la gente, no a las instituciones”.

El cuento es muy sencillo. Homenaje a Mario Benedetti


Por Alejandro Carrillo Correa

El cuento es muy sencillo; naces, sufres, amas hasta el colmo, aprendes y usas lo aprendido para volverte lentamente sabio, para saber que al fin el mundo es esto, una nostalgia o un desamparo, pero eso sí, siempre será un lío, entonces mueres. Ya lo dijo usted maestro, esta vida no fue fácil, pero tampoco lo será para nosotros, a la noticia de su muerte el planeta se nos hizo pequeño. Bien lo dice Saramago, a veces ocurre lo que estamos viendo en estos días, que porque ha muerto un poeta, aparecen en todo el mundo lectores de poesía que se declaran devotos de Mario Benedetti, probablemente yo sea uno de esos lectores que necesitan de un poema para expresar su desconsuelo.

La vida, ese paréntesis, se le ha clausurado, maestro Benedetti, y mi intención no es dar a conocer que su obra ha trascendido el mundo, que escribió decenas de libros en casi todos los géneros, no me interesa que los lectores se enteren que usted es reconocido por la profundidad de su pensamiento ni por la sencillez de sus palabras; no quiero escribir que su obra ha logrado audiencias masivas, ha sido traducida a más de veinte idiomas y que incluso ha cruzado las fronteras de la música y el cine, no me resulta importante comentar que pocos han retratado como usted la naturaleza humana del latinoamericano y que sus padres lo bautizaron con cinco nombres, me niego a reconocer que Mario Benedetti murió a los 88 años en su casa de Montevideo, después de una vida llena de coraje y ternura.

Me viene a la mente el momento en que lo conocí, me lo presentó mi padre una noche de diciembre, yo tendría unos quince años y usted era compañero de Octavio Paz y de García Márquez en el librero. Debo confesar que como la gran mayoría de adolescentes mexicanos yo no era un asiduo lector, sin embargo los versos de su Antología Poética marcarían esa noche mi gusto por la lectura. Súbitamente las páginas corrían al igual que los versos, unos más complejos que otros para un adolescente que únicamente pensaba en fútbol y en mujeres, (gracias a eso, ahora soy un universitario que piensa en fútbol, mujeres y literatura). He de confesar que fueron los poemas amorosos los que me acercaron más a usted, estaba plenamente seguro que esos versos tarde o temprano tendrían un oído receptivo femenino. Y como fue, con el paso del tiempo los amores sabían que podían contar conmigo no hasta dos o hasta tres, mientras que a los desamores los dejaba con su vida, su trabajo y su gente, sin mis dudas y sin mis inmadureces en un falso abandono. Usted y yo fuimos cómplices.

Sin embargo, a últimas fechas y un poco más consciente de mi realidad, no fueron sus cantos al amor sino su compromiso social y su estirpe combativa la que repercutiría en el modo de pensar de varias generaciones. Y es que usted, maestro y camarada, mantuvo hasta el último de sus días esa congruencia de sus ideales con sus acciones, nunca disimuló su compromiso político con los movimientos progresistas de América Latina y usó el arte de la poesía como una trinchera para exigir justicia social y enfrentar a los opresores del pueblo; usted nos hizo recordar que en la calle codo a codo somos mucho más que dos y le informó al mundo que el sur también existe, el sur que usted tanto amó, el mismo sur que lo amenazaría de muerte, el mismo sur que lo haría un convicto y lo enviaría al exilio, el sur con el que convertirían en música sus poemas intérpretes como Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Tania Libertad y Nacha Guevara, el mismo sur que lo vio morir.

Usted, muy atinadamente, siempre se consideró un poeta que, además, escribe cuentos y novelas; nunca escribió para el lector que vendrá, sino para el que está aquí. Y quienes estamos aquí somos los jóvenes, a quienes usted dedicó las líneas que acompañan este escrito y que sirven como un punto de reflexión, pero sobre todo como un punto de partida para tomar de una vez por todas la responsabilidad histórica que se nos presenta para hacer de nuestro entorno un lugar mejor para vivir.

El legado que usted nos deja, maestro, es una interrogante: ¿Qué nos queda a los jóvenes, entonces? ¿Qué hay después del rock, del alcohol, de las drogas, del escepticismo, del fútbol, del consumo, de los antros? Usted nos ha respondido: Lo único que nos queda es recuperar la esperanza, cuestionarnos, entendernos, organizarnos y tener buena memoria para no olvidar cualquier tipo de injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo, como bien diría el Che Guevara, cuyos ojos incerrables usted inmortalizaría en un poema; todo esto a pesar de los asesinos del pasado y de los tiranos del presente.

Te vas, maestro, y contigo ha sido enterrado tu bolígrafo, como tú lo decidiste. Sin embargo, con nosotros se quedan tus libros que se abrirán y se expandirán en versos de todo tipo; versos de despedida, de militancia, de amor, junto a tu patria, tus amigos, el fútbol y noches todavía más largas; en palabras del nobel José Saramago, murió Benedetti, ese poeta que supo hacernos revivir nuestros momentos más íntimos y nuestras rabias menos ocultas.

Es difícil y aventurado decir que los jóvenes debemos aspirar a ser como el Benedetti poeta y genio que revolucionó la literatura hispanoamericana, sin embargo creo en la necesidad de que un día los jóvenes lleguemos a ser como el Benedetti luchador social que mantuvo hasta el final la coherencia de lo que creyó, que siempre estuvo por las clases más desprotegidas, marginadas y abusadas; de otra forma, ¿qué es lo que nos queda a los jóvenes?, el cuento es muy sencillo.

(Colaboración para ChidoBUAP)

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
les queda respirar / abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte
esa loca de atar y desatar

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con dios
tanto si existe como si no existe
tender manos que ayudan / abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno /
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines de pasado
y los sabios granujas del presente.