A lo largo de la historia de nuestro país han existido un sinnúmero de personajes que han ocupado de forma facciosa y tramposa un lugar que nunca les perteneció. Desde los conquistadores españoles que se autoproclamaron gobernantes de la Nueva España en tiempos de la colonia, pasando por Maximiliano y los conservadores, hasta llegar a Felipe Calderón en nuestros días. Esta ocasión vamos a analizar dos principales momentos históricos de nuestro país en donde los grupos más reaccionarios impusieron, tal y como hoy, a personajes despreciables, tirándole a nefastos, como gobernantes de éste país.
Corría el año de 1862, México tenía grandes problemas económicos con países extranjeros, tal y como hoy. El Presidente Juárez se vio obligado a decretar que el país dejaría de pagar sus deudas con Francia, España e Inglaterra durante dos años. Como era de esperarse estos países se enojaron mucho y mandaron a sus flotas a ocupar territorio mexicano. Ingleses y españoles charlaron con Juárez y llegaron a un acuerdo, pero ya saben como son de necios los franceses y aprovechando que se encontraban en Orizaba, decidieron marchar a la ciudad de México con un ejército numeroso de franceses a los que se sumaron conservadores que siempre estuvieron convencidos de que el sistema de gobierno debía de ser una monarquía, y en esta ocasión vieron la oportunidad perfecta para suprimir la república. Pasando por la bella ciudad de Puebla, a los franceses se les ocurrió atacar los fuertes que resguardaban el General Ignacio Zaragoza y sus zacapoaxtlas, quienes a punta de guamazos regresaron a los franceses a Veracruz. Los franceses se enojaron aún más y para el año siguiente ya eran un buen, y estaban mejor armados y entrenados que los mexicanos. En junio de 1863 tomaron la capital mientras el Gobierno Legítimo de Juárez se trasladaba a San Luis Potosí. Napoleón III, emperador de Francia, y quien quería formar un gran imperio en América, mandó al archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo, a quien los conservadores proclamaron como Emperador de México y quien se estableció en México con su esposa Carlota Amalia (que estaba muy buena). Mientras tanto Juárez, que era perseguido, desconoció al gobierno usurpador de Maximiliano, y viajó por toda la república reuniendo fuerzas liberales.
La mayoría de los mexicanos respaldaron a Juárez, al Gobierno Legítimo y a las fuerzas progresistas, tal y como hoy; y 3 años después de que había tomado posesión el usurpador Maximiliano, fue fusilado junto con su gabinete, digo, con sus generales usurpadores también.
El 15 de julio de 1867, la capital mexicana estuvo de fiesta, pues recibía al Presidente Juárez que retornaba victorioso después de su resistencia civil. Con su triunfo, Benito Juárez restauró una república mediante las Leyes de Reforma que consolidaron el Estado Mexicano.
Otro caso de usurpación, aunque técnicamente no fue usurpación sino traición fue el de un chaparrito, pelón, lentes de nombre...no, no es Calderón, estamos hablando de Victoriano Huerta.
Sucede que éste peloncito, sometió a indios y a zapatistas en el sur del país, tal y como hoy sucede. También sometió al general Orozco, lo que le valió el grado de General de División en el gobierno del Presidente Madero. En 1913, durante la Decena Trágica, Madero le confió el mando militar de las tropas capitalinas. Huerta respondió con la traición, aprehendió a Madero, lo desconoció como presidente y lo fusiló. Ya en el poder se enfrentó a Carranza, quien lo acusó de traidor. Estados Unidos le negó su apoyo, y finalmente ante el empuje de Obregón, Carranza, Villa y Zapata, tuvo que declinar del poder. Huerta tuvo que huir hacia Europa, pero finalmente fue capturado y hecho prisionero en un cuartel norteamericano, donde fue liberado solo para morir de una grave enfermedad en 1916.
Estos dos ejemplos nos demuestran que la historia no se equivoca, los usurpadores siempre acaban mal, o huyendo o fusilados, y la razón del pueblo siempre vence sobre la imposición de los potentados. Todo es cuestión de tiempo.