11 de junio de 2008

EL TRIUNFO DE LA MEMORIA. Por Rosario Ibarra

(publicado en El Universal el 10 de junio de 2008)

La memoria ha sido por siglos la enemiga acérrima del olvido, y por eso el tesoro de los actos de las causas justas es inmenso y a través del tiempo se ha ido colmando de ejemplos gloriosos para la humanidad... pero no siempre los recuerdos concuerdan con los anhelos de los que poblamos el mundo; millones de páginas se han escrito del dolor sufrido por todos los pueblos, y las remembranzas hieren las almas de quienes luchan por justicia y mueren por exigirla a manos de hermanos sojuzgados por tiranos antiguos y modernos que bañan de sangre las páginas de la historia...

Una fecha como ésta, 10 de junio, es una herida que no cicatriza en la memoria de los mexicanos, al igual que la otra, el 2 de octubre, que llenó de luto a miles de hogares en este hoy empobrecido suelo que se llama México.

La memoria no es un receptáculo ordinario, no es una bodega de almacenaje inocuo; es un tesoro invaluable que guarda todos los hechos, buenos y malos, para aprender a luchar porque estos últimos no se repitan y para que los primeros sean emulados por quienes seguimos viviendo, a pesar de todo.

Aun en las satrapías hay diferencias: mientras Díaz Ordaz asumió su responsabilidad criminal histórica que cubrió de ignominia al Ejército el 2 de octubre, Echeverría, con su perenne doble discurso y la hipocresía innata que lo ha caracterizado, ejercía similar represión, buscando ocultar su mano criminal. Prueba de ello fue la represión a los presos del 68, en huelga de hambre en diciembre de 1970, a manos de los presos comunes.

El 10 de junio, al reprimir el derecho de manifestación, al revés de Díaz Ordaz, quiso ocultar la fealdad de su rostro, como moderno Dorian Gray, y envió a jóvenes de naturaleza criminal en ropas civiles y alzando en sus bastones de kendo la bella, esplendorosa imagen del Ché Guevara en su afán de confundir a los estudiantes y de hacer creer al mundo que todo se trataba de un “conflicto estudiantil”.

Los jóvenes que hoy marcharán, con la historia que la memoria del pueblo ha guardado, ni siquiera habían nacido aquel aciago día, ni en las mentes de sus padres habían sido siquiera un sueño tierno y amoroso. Para ellos y las nuevas generaciones, no hay duda de la responsabilidad de ambos sátrapas: Díaz Ordaz y Echeverría. El ensoberbecido carácter del primero y el vano intento del otro por aparecer como “hombre de izquierda” han sido ubicados en su plena dimensión. El primero murió con la mancha imborrable de su crimen. Echeverría aún vive y refrendó su sevicia con el inicio de las desapariciones forzadas, que los diferentes gobiernos han emulado para su vergüenza y culpabilidad. Mientras la memoria siga atesorando los hechos de la dignidad del noble y generoso pueblo mexicano... no hay duda posible: frente a la represión y la ignominia, se alza enhiesto el triunfo de la memoria.

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