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Prometeus, entre lo apocalíptico y lo esperanzador.
Por Alejandro Carrillo Correa
Para mí, la palabra revolución siempre me ha parecido una palabra fuerte, compleja, dura; pero también delicada, muy delicada; una palabra de armas tomar. De pequeño me inculcaron que los grandes cambios empiezan con buenas ideas de buenos hombres que desembocaban en grandes revoluciones. Mi padre me enseñó las cualidades más lindas de un revolucionario y un tipo barbón y desaliñado que por cierto, apenas cumplió ochenta años, gritó a mi oído receptivo, que la revolución no se lleva en la boca para vivir de ella, sino en el corazón para morir por ella. Por estas y otras cuestiones, hice de la revolución parte de mi vida. Hoy, mi vida es parte de la revolución. Sin embargo, hace un par de años decidí vivir para la comunicación y vivir de ella. Pero conjugar estos dos términos, revolución y comunicación, puede sonar bastante ambicioso hasta para muchos renegados y adelitas; sobre todo en un país como el nuestro. ¿Será posible una verdadera revolución de los medios en un mundo como en el que vivimos? Prometeus dice que sí.
Estamos en el 2050, y un avatar nos describe la historia reciente de principios de siglo. Va narrando cómo desaparecieron los medios convencionales como la radio y la televisión, cómo se transformó la prensa y la publicidad para adaptarse a una era completamente digital y cómo se avanza hacia un mundo en donde lo virtual es lo real y en donde nuestra personalidad y nuestros sentidos son fácilmente remplazados por una interface. De esto se trata Prometeus, esta es la revolución de los medios.
Wikipedia define como revolución a todo cambio o transformación radical y profunda respecto al pasado inmediato. Sin embargo, además de estas cualidades, las revoluciones traen consecuencias trascendentales que se perciben como súbitas y violentas, como una ruptura al orden establecido y una discontinuidad evidente del estado anterior de las cosas que afecta de forma decisiva las estructuras. Pues bien, las predicciones de los creadores de este video (Casaleggio Associati) contienen todas estas características, ellos pronostican que en un lapso no mayor a cuarenta años, el mundo y la forma de vivir y de comunicarse de la gente, cambiará drásticamente.
Las nuevas tecnologías de la información avanzan a pasos agigantados y para muchos, el futuro de los medios de comunicación, como los conocemos, es la inminente extinción. La desaparición de la televisión y la radio convencional, la supresión de los candados y derechos de autor, y la transformación de la publicidad en contenidos útiles, puede sonar muy alentador en la búsqueda de un mundo y una sociedad más libre, lo que resulta muy esperanzador; pero también hay que tomar en cuenta otros aspectos que trae consigo la modernidad, como la visión del ser humano como un consumidor y un producto a la vez, capaz de tener múltiples identidades en un mundo en donde lo virtual es lo real, y en donde los sentidos, la memoria y el razonamiento son sustituidos por una computadora por las funciones de una computadora que ofrece una réplica de la realidad. Para muchas personas esta perspectiva resulta una medida para establecer un nuevo orden mundial totalitario.
Bien lo dice el video, el hombre está jugando a ser dios; es capaz de crear personas con identidad propia en un mundo en donde las fronteras prácticamente no existen. Bien podríamos decir que estamos en la antesala del futuro, sin embargo hay otros muchos aspectos que hacen vislumbrar este futuro todavía muy, muy lejano.
Un fenómeno tan preocupante como el calentamiento global, que podría acarrear un sinfín de problemáticas ambientales y catástrofes ecológicas si no actuamos ahora, puede provocar el fin de la especie humana. Hoy en día, las graves crisis de alimentos están provocando la muerte de millones en todo el mundo, al igual que la escasez de agua potable. Las guerras son un aspecto fundamental que desembocaría un terrible retroceso económico y social de décadas en muchos países y culturas. Pero sobre todo, la pobreza en la que viven miles de millones de personas en todo el mundo, nos hace pensar que no podemos avanzar hacia un futuro como el que se visualiza en Prometeus, si no nos ocupamos de estas problemáticas primero. Atentaríamos contra nuestra propia inteligencia si pensamos que el mundo se puede desarrollar sin tomar en cuenta a los más vulnerables. Después de todo, todos somos ciudadanos del mundo y todos tenemos derecho a vivir dignamente.
Si bien es cierto que la globalización ha traído grandes cambios que nos han facilitado la vida a muchos de nosotros, también es cierto que hay muchos, muchos más que no tienen acceso a estas nuevas tecnologías, sin las cuales nosotros, no podríamos concebir la realidad. No hay que ir muy lejos, hay regiones en nuestro estado en donde las personas carecen de lo más básico, en donde ni siquiera hay electricidad y en donde no hablan ni el español. Acaso es justo que mientras estudiantes como nosotros tengamos la facilidad y las herramientas para desarrollarnos dentro de una sociedad, a menos de dos horas de distancia, un joven, al igual que nosotros, tenga que lidiar día con día con una serie de inconvenientes para llevar la comida a la mesa. No, no es justo.
No estoy en contra de la modernidad, ni de los avances tecnológicos; simplemente creo que hay una brecha social que cada vez se hace más grande, y creo que es nuestra obligación moral tratar de cerrarla para hacer de este mundo un lugar más igualitario, un lugar mejor para vivir.
Creo que la solución es avanzar, sí, desarrollarnos; pero todos, no solo unos cuantos privilegiados que tenemos la suerte de contar con las herramientas para hacerlo. No hay que dejar que el futuro nos lleve por sus rincones, sino llevar el futuro a todos rincones del mundo. Antes de una revolución mediática, es necesaria una revolución social, en todos los sentidos. Sé que los señores dueños del mundo no estarán de acuerdo con mi postura, pero no me importa, después de todo la revolución no se televisará.
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