Todo un legado de virtudes, voluntad, carácter, tenacidad, espíritu de trabajo, integridad moral, austeridad... nos legaste, hombre inmortal, icono de todo el que crea que un mundo mejor es posible y luche por ello.
 Tu rostro de barba está en cada buena obra; tu voz firme que ordena sin mandar está en cada empeño; se te ve cada día entre la gente de pueblo haciendo, creando, iluminando el sendero del bien.
No conociste de nimiedades, jactancias ni futilidades, creciste al amparo de la grandeza espiritual, lo mismo empuñabas un arma que la pluma para dejar correr tus sensibilidad y ternura, porque tuviste como nadie una infinita capacidad de amar y rendiste imperecedero culto a la amistad.
Estarás por siempre entre los apaleados de la tierra que te admiran, te veneran y te sujetan aferrados a no dejarte ir, pues eres de los hombres que el destino regala raramente a la humanidad.
Serás eternamente el héroe que no espera otra gloria que la de un futuro feliz para todos; seguirás bregando tenaz por la dicha de los humanos. Serás el Che de la América herida, de la gloria y el sacrificio; con tu adarga al brazo pasaste a la inmortalidad y continúas ofreciendo tus modestos esfuerzos a quien en reclamo perenne te necesitan. Quedaste a los 39 años como símbolo de justicia, rebeldía y renunciamiento perenne, pero ya habías pasado a la eternidad.
El Rosario, Argentina te vio nacer; La Higuera, Bolivia te vio partir y Cuba y la América toda te acogieron como hijo. Tu escultura guerrillera se ubica en lo alto del podio de los invencibles, de los eternos, de los que no se cansan de luchar por una causa justa sin dejar de sentir bajo tus talones el costillar de Rocinante.
Tu figura se giganta como leyenda helénica y tu calidez imposibilita tallarte en la frialdad de la piedra, eres demasiado grande para hacerte sólo nuestro, porque tú, Ernesto Che Guevara, eres del mundo.
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