20 de mayo de 2010

Ensayos inéditos.

“El arte como arma de instrucción masiva”

Ensayo

Alejandro Carrillo Correa


Hace algunas semanas, de visita por el Centro Histórico de la Ciudad de México, me di a la tarea de visitar la exposición montada por el gobierno federal en la plancha del zócalo capitalino, denominada “México en tus sentidos”. Se trata de una producción fotográfica y audiovisual producida por Willy Sousa, artista mexicano que en los últimos ocho años recorrió el país con su cámara con la finalidad de recolectar los diversos rostros que conforman el territorio nacional en materia de riqueza cultural y de usos y costumbres, así como las bellezas naturales que podemos encontrar en cualquier región de la república. La muestra itinerante es parte de la campaña nacional para celebrar el Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia y a mi parecer está bien lograda en cuestiones de producción, aunque dista mucho de la calidad de otras exposiciones de su tipo como lo fue Ashes and Snow de Gregory Colbert, sobre todo en materia de mensaje y comunicación.

Lejos de ser una muestra impactante, “México en tus sentidos” tiene ciertos destellos de emotividad, lo que le ha permitido gozar de buenas críticas pero sobre todo de altos niveles de asistencia; lo que resulta sumamente interesante si se analiza desde un punto de vista sociológico, ya que rompe con el viejo paradigma imperialista que afirma que el vulgo es ignorante porque quiere serlo y a la vez, sugiere una premisa juarista que dicta que “el pueblo que quiera ser libre, lo será”; en este caso cabe suponer que “el pueblo que quiera ser libre y culto lo será mientras existan museos monumentales abiertos al público”.

La hipótesis es sencilla: La conducta de las personas está determinada por los medios que tienen a su alcance, y al hablar de “medios” me refiero a todos los elementos que los individuos tienen para desarrollarse en todos los sentidos. Lo podemos ejemplificar con la finalidad de entenderlo de un modo más práctico: un estereotipo clasista son las funciones de teatro; los convencionalismos sociales impuestos en gran medida por los medios de comunicación nos han acostumbrado a entender diligencias artísticas como lo es una obra de teatro, como una actividad exclusiva de una clase o estrato social determinado. Cuestiones económicas y sociales permean directamente en la conducta de una sociedad. Si algo nos ha enseñado el neoliberalismo es que todo se puede privatizar, no únicamente bienes y servicios, sino también otro tipo de aspectos fundamentales en el desarrollo de las personas como lo es la cultura y el entretenimiento. ¿Qué pasaría si esas funciones de teatro, de ópera, el Cirque du Soleil, el ballet ruso, la sinfónica de Londres fueran eventos masivos abiertos al público? Probablemente no serían los grandes acontecimientos esperados por las clases populares, pero paulatinamente dicho acercamiento sería esencial en el desarrollo sociocultural de las futuras generaciones.

Hablamos de llevar todas las expresiones del arte y la cultura a todos los estratos de la sociedad, así como apoyar y difundir la producción artística local, desde el nivel comunitario, municipal, estatal y nacional. ¡Que al arte flote en el ambiente! Si comprendiéramos la potencialidad que tiene la cultura como agente de cambio dentro de la sociedad, probablemente el país entero estaría situado en otro lugar. No digo que el impulso a la cultura y al arte sea la solución a todos nuestros males, pero lo que sí creo es que puede convertirse en un arma poderosísima para combatir tantas injusticias, tanta corrupción, tantos abusos, tantas crisis, tanta ignominia, tanta desigualdad, tantos fracasos.

El arte no es un fenómeno aislado en el desarrollo de las civilizaciones, estamos hablando de una de las actividades humanas más duraderas y con mayor repercusión en las sociedades, una actividad de gran valía puesto que es vital para comprender nuestra historia. La cultura, aunada al arte, debe ser comprendida desde tres principales perspectivas: como un factor económico del sistema social, como un punto de partida para expresar las ideas y como un mecanismo de difusión del legado cultural e ideológico. Si logramos comprender al arte de esta manera, podremos hacernos una idea de la capacidad que tiene el fenómeno como posible motor de instrucción masiva impulsado desde dos principales frentes: instituciones de gobierno y sociedad en general.

Para lograrlo, tenemos que entender que la naturaleza artística no reside esencialmente en la producción para satisfacer necesidades prácticas individuales sino más bien colectivas. La expresión de ideas pasa a ser un objetivo particular y las tareas principales se deben centrar en dos principales puntos: la difusión de la cultura a niveles masivos y en forma permanente, y el papel del artista local como una herramienta de creación y difusión desde la sociedad para la sociedad.

Si logramos establecer una política cultural basada en este esquema, estaremos forjando las bases de un proceso educativo de masas basado en el entretenimiento y que incluso puede fungir como mano derecha de las aulas, siempre y cuando dicho proceso sea constante y permanente. A grandes rasgos, partimos de una suposición que afirma que el nivel cultural de una sociedad está determinado por el tipo de acceso que tiene ante dichas expresiones, ya que el fenómeno que conocemos como “cultura” es autónomo y está influenciado por las condiciones materiales de nuestra existencia.

Otro punto importante a considerar es la creación de arte y de artistas desde un nivel local partiendo de las comunidades. El incremento de artistas guarda completa relación con el incremento de consumidores de arte, lo que a la vez se traduce en artistas potenciales. Es un esquema triangular que está en constante movimiento y que incluso sirve como un modelo cíclico que valdría la pena analizar si lo que nos proponemos es crear artistas locales. Quisiera recalcar este punto ya que a mi parecer es parte medular en el desarrollo de todas las personas y de todas las sociedades.

Hablamos de una actividad cuyo proceso es meramente individual e intrapersonal, pero que tiene la capacidad de convertirse en una de las máximas muestras de socialización, equiparable solamente con el hecho de comunicarnos mediante el lenguaje. En ocasiones una obra puede plasmar y reflejar de mejor manera los sentimientos de una persona que si lo hiciera mediante la comunicación verbal y no verbal. Esto es posible porque el arte también es una forma de comunicación, ya que las grandes ideas nacen de los hombres de medios con una gran capacidad de análisis en el proceso creativo.

Hemos llegado al punto de calificar la hermandad que aglutina a la cultura y al arte como uno de los elementos originales del desarrollo social. La música, el cine, la pintura, el teatro, la escultura, la literatura, la fotografía, la danza, la arquitectura y la poesía representan el modo más perfecto de expresión que hemos logrado los seres humanos a través de la historia y como tal se ha propagado desde los albores de la civilización, por lo que no podemos entender a la humanidad sin considerar la importancia y la superioridad del conocimiento representado por el arte.

Los artistas de hoy deben tomar un papel revolucionario y dejar atrás el estereotipo de chamán o de demente, ya que las nuevas sociedades, la producción del conocimiento es vital para el progreso, para la generación de la riqueza y para lograr una equidad en todos los aspectos. El artista que proponemos debe ser reconocido dentro de ese nuevo sector de trabajo inmaterial que cobra creciente importancia en el desarrollo. El artista se convertirá en un productor de contenidos en lo que denominamos una “industria del entretenimiento cultural” vinculada totalmente con lo que en verdad supone la solución ante la totalidad de los problemas que aquejan al país: la educación. Además de tomar el rol de motor generador de la producción, el artista tiene también la función de potenciador de la educación y de la reflexión.

El objetivo es ambicioso pero real, lo que proponemos es lo que José Luis Brea, profesor de la Universidad de Castilla define como “el arte del futuro”. Con la diferencia de que el arte del futuro es, ya, ahora. Las ideas plasmadas en este ensayo no son más que una alternativa para llevar el conocimiento a una mayor cantidad de personas. Los pesimistas dirán que es una utopía y que nunca lo podremos conseguir o por lo menos no en poco tiempo. Hay que recordarles que en momentos tan complicados como en los que vivimos, en donde a diario recibimos golpe tras golpe, lo único que nos queda es intentar hacer de este mundo (o lo que queda de él) un lugar más justo para todos. Cualquier iniciativa que vaya en este sentido deberá ser considerada por más descabellada que parezca, después de todo, el credo de los pesimistas en verdad produce parálisis.

Saquemos entonces a los grandes músicos, a los grandes actores, a los mejores bailarines de aquellos modernos y onerosos recintos de la cultura; llevemos las exposiciones fotográficas, los largo y cortometrajes a las plazas públicas, a los zócalos, a los kioscos de las colonias populares; reproduzcamos a gran escala las grandes obras literarias de los clásicos, hagamos concursos de poesía y de cuento en nuestros barrios, brindemos espacios a los jóvenes para que hagan sus espectaculares grafitis, sus esculturas humanas, su “break dance”; impulsemos talleres de pintura, de composición musical, de teatro; provoquemos que las bandas musicales se reproduzcan como hongos; apoyemos la apertura de espacios culturales; hagamos una feria internacional del libro, un festival internacional de cine; traigamos una exposición monumental para nuestro zócalo, reproduzcamos el barroquísimo 217 veces en todos los municipios del estado, o mejor 2 mil 445 veces en todos los municipios del país.

Hagamos de nuestro entorno un lugar más justo para vivir y tal vez así, en palabras del gran trovador Silvio Rodríguez, “todos venceremos un poquito”. Dejemos atrás la obsesión por el fracaso y no seamos cómplices del desastre, después de todo este es un buen año para Re-Evolucionar.

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