Cuarenta años han pasado. Mucho se ha dicho y mucho se ha callado, pero en realidad, ¿qué tan lejos estamos de 1968? Irónica y desgraciadamente muy cerca y muy lejos. Es increíble concebir la idea de que vivimos permanentemente en tiempos distintos, cada persona, cada lugar, pero así es. Nadie lo pudo describir mejor que el profeta del nopal, Rockdrigo González, “es un gran tiempo de híbridos”.
Ya han pasado cuarenta años y seguimos viviendo en un México sin justicia, siguen desapareciendo personas, no hay democracia, no hay derechos humanos, no hay prensa libre (salvo honrosas excepciones), la impunidad es la misma; tal vez, hoy somos más descarados. Ante la guerra sucia del pasado tenemos la guerra sucia del presente, ante los fraudes y abusos del pasado, persisten los fraudes y abusos de hoy. Si bien las formas no son las mismas, el fondo sí lo es. Sigue habiendo muertos, producto de la violencia emanada desde el Estado.
Después de cuarenta años, el discurso del gobierno es el mismo, el discurso de la negación y el proteccionismo. ¿Por qué habría de indignarnos la impunidad de Luis Echeverría si tenemos a Ulises Ruiz y a Mario Marín? Pero qué se le va a hacer, si así es nuestro sistema de gobierno. Vamos a poder hablar del fraude de 2006 en el 2020, pero ahora no, ahora debemos conformarnos con que podemos hablar del fraude del 88 y hasta ahí, porque sino, está mal visto, eres un renegado, quieres desestabilizar al país.
Si bien seguimos inmersos en la basura política que predominaba hace cuarenta años, estamos lejos de los ideales de justicia e igualdad por los que luchaban los jóvenes del 68. Y es que hoy, los jóvenes somos más individualistas, más sectarios, hasta cierto punto valemadristas de la situación que atraviesa nuestro país, y mucha de la culpa la tienen los políticos y las instituciones corruptas en las cuales ya no creemos. La historia es la maestra de la vida, y la historia nos ha demostrado que los grandes cambios sociales de un país los hacen los jóvenes, las grandes revoluciones sociales e ideológicas surgen en las aulas, en las universidades, con los maestros, con los estudiantes.
El movimiento estudiantil de 1968 fue un movimiento auténtico de estudiantes, un movimiento político y social en el que esencialmente se exigía mejorar las condiciones de estudio en las universidades. Cabe señalar que el movimiento no fue exclusivo del Distrito Federal, sino que también tuvo gran fuerza en otras ciudades del país como Monterrey, Guadalajara e incluso Puebla. También hay que recordar que 1968 fue el año en el que se dieron las principales luchas laborales y de estudiantes e intelectuales en Europa, principalmente en Francia.
Creo que es un buen momento para preguntarnos, ¿qué tan lejos está nuestra generación de la de1968? Creo que los jóvenes estamos a tiempo de cumplir de una vez por todas la responsabilidad histórica que se nos presenta, como bien lo dijo el gran presidente Salvador Allende, “Porque ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, hoy es un buen momento para ser joven y para ser revolucionario.
Entonces, 2 de octubre ¿no se olvida?, claro que no. Nosotros debemos continuar con el legado que nos dejó la juventud de hace cuarenta años y continuar la lucha para construir una sociedad más justa. Se equivocan quienes dicen que el movimiento del 68 fue en vano. Los estudiantes debemos ser conscientes de que gracias a esta lucha se conquistaron muchos de los derechos y beneficios de los que hoy gozamos en las universidades públicas. Pero también hay que estar conscientes que estamos a mitad del camino y hay que culminar la obra que se inició hace cuatro décadas y en la que muchos camaradas entregaron todo, incluso su vida. Cada año se rechazan a miles de estudiantes en las universidades públicas del país con el pretexto de que no pasan el examen de admisión, pero la realidad es que el gobierno no ha querido invertir en educación desde hace ya varios sexenios. Quizá la mayoría de nosotros somos hasta cierto punto “afortunados” por acceder a una universidad pública, pero ¿acaso el artículo tercero de la Constitución no establece que todos los mexicanos tenemos derechos a una educación gratuita? Hay que ser más solidarios y enfrentar los problemas que aquejan a nuestro país de manera conjunta, después de todo, es por el bien de todos, ¿qué no?; quizá el día de mañana no tengamos que preocuparnos por buscarle lugar a nuestros hijos en una universidad patito porque no pasaron el examen de admisión, o mejor aún, quizá el día de mañana no existan las universidades patito sino solo universidades de primer nivel, va.
Por todo esto, luchar ahora vale la pena. “Únete pueblo”, rezaba alguna de las mantas del aquel fatídico 2 de octubre de 1968; hoy el mensaje está más vigente que nunca, después de todo, es un gran tiempo de híbridos.
¡A los traidores, ni perdón ni olvido!
¡A nuestros hermanos caídos y desaparecidos,
un minuto de silencio y toda una vida de lucha!
A cuarenta años de Tlatelolco, ¡2 de octubre, no se olvida, nunca!
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