5 de abril de 2009

La mujer y el muchacho ideal

Una mujer inteligente, una mujer hermosa, una mujer educada, una mujer con conocimientos de política internacional, una mujer con conocimientos de marxismo, una mujer a la que no es preciso explicarle todo desde el abc, una mujer que con preguntas inteligentes estimula el pensamiento del hombre, una mujer con moral insobornable, una mujer de gusto impecable, una mujer de vestir discreto, una mujer joven y madura a la vez, una mujer con conocimiento de fútbol, una mujer que sabe elegir el menú adecuado, una mujer que sabe ordenar el vino adecuado, una mujer que sabe recibir en su casa, una mujer que sabe dar órdenes, una mujer que sabe organizar un recibimiento para cien personas, una mujer de aplomo y simpatía, una mujer deseable, una mujer que comprenda los problemas de un latinoamericano, una mujer que admira a un revolucionario latinoamericano, una mujer más preocupada no obstante por el tráfico urbano de París que por los problemas de un país latinoamericano colonizado, una mujer atractiva, una mujer que no se conmueve ante la noticia de una muerte, una mujer que oculta durante unas horas el telegrama con la noticia de la muerte de su amante, una mujer que se niega a dejar su trabajo por amor, una mujer que se niega a seguir a su amante en el viaje de regreso a América, una mujer que retoma su vida rutinaria de ejecutiva parisiense, una mujer con dificultades para olvidar un amor verdadero, una mujer que sabe lo que quiere, una mujer que no se arrepiente de su decisión, una mujer peligrosa, una mujer que pueda olvidar rápidamente, una mujer con recursos propios para olvidar lo que ya sólo será un lastre, una mujer que hasta podría olvidar la muerte del muchacho que regresó a su patria a hacer la revolución….

…Un muchacho que regresó a su patria, un muchacho que vuela de regreso a su patria, un muchacho que observa desde el aire los volcanes azulados de su patria, un muchacho emocionado hasta las lágrimas, un muchacho que sabe lo que quiere, un muchacho que odia a los colonialistas de su país, un muchacho dispuesto a dar la vida por defender sus principios, un muchacho que no concibe la explotación de los trabajadores, un muchacho que cree sin vacilar en la doctrina marxista, un muchacho con el firme propósito de entrar en contacto con las organizaciones libertadoras, un muchacho que observa los volcanes desde el aire pensando que pronto se reunirá allí con los libertadores de su país, un muchacho que teme ser considerado un oligarca más, un muchacho que desciende del avión y abraza a su madre…

(Fragmento de "El beso de la mujer araña" de Manuel Puig)

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