15 de junio de 2009

El cuento es muy sencillo. Homenaje a Mario Benedetti


Por Alejandro Carrillo Correa

El cuento es muy sencillo; naces, sufres, amas hasta el colmo, aprendes y usas lo aprendido para volverte lentamente sabio, para saber que al fin el mundo es esto, una nostalgia o un desamparo, pero eso sí, siempre será un lío, entonces mueres. Ya lo dijo usted maestro, esta vida no fue fácil, pero tampoco lo será para nosotros, a la noticia de su muerte el planeta se nos hizo pequeño. Bien lo dice Saramago, a veces ocurre lo que estamos viendo en estos días, que porque ha muerto un poeta, aparecen en todo el mundo lectores de poesía que se declaran devotos de Mario Benedetti, probablemente yo sea uno de esos lectores que necesitan de un poema para expresar su desconsuelo.

La vida, ese paréntesis, se le ha clausurado, maestro Benedetti, y mi intención no es dar a conocer que su obra ha trascendido el mundo, que escribió decenas de libros en casi todos los géneros, no me interesa que los lectores se enteren que usted es reconocido por la profundidad de su pensamiento ni por la sencillez de sus palabras; no quiero escribir que su obra ha logrado audiencias masivas, ha sido traducida a más de veinte idiomas y que incluso ha cruzado las fronteras de la música y el cine, no me resulta importante comentar que pocos han retratado como usted la naturaleza humana del latinoamericano y que sus padres lo bautizaron con cinco nombres, me niego a reconocer que Mario Benedetti murió a los 88 años en su casa de Montevideo, después de una vida llena de coraje y ternura.

Me viene a la mente el momento en que lo conocí, me lo presentó mi padre una noche de diciembre, yo tendría unos quince años y usted era compañero de Octavio Paz y de García Márquez en el librero. Debo confesar que como la gran mayoría de adolescentes mexicanos yo no era un asiduo lector, sin embargo los versos de su Antología Poética marcarían esa noche mi gusto por la lectura. Súbitamente las páginas corrían al igual que los versos, unos más complejos que otros para un adolescente que únicamente pensaba en fútbol y en mujeres, (gracias a eso, ahora soy un universitario que piensa en fútbol, mujeres y literatura). He de confesar que fueron los poemas amorosos los que me acercaron más a usted, estaba plenamente seguro que esos versos tarde o temprano tendrían un oído receptivo femenino. Y como fue, con el paso del tiempo los amores sabían que podían contar conmigo no hasta dos o hasta tres, mientras que a los desamores los dejaba con su vida, su trabajo y su gente, sin mis dudas y sin mis inmadureces en un falso abandono. Usted y yo fuimos cómplices.

Sin embargo, a últimas fechas y un poco más consciente de mi realidad, no fueron sus cantos al amor sino su compromiso social y su estirpe combativa la que repercutiría en el modo de pensar de varias generaciones. Y es que usted, maestro y camarada, mantuvo hasta el último de sus días esa congruencia de sus ideales con sus acciones, nunca disimuló su compromiso político con los movimientos progresistas de América Latina y usó el arte de la poesía como una trinchera para exigir justicia social y enfrentar a los opresores del pueblo; usted nos hizo recordar que en la calle codo a codo somos mucho más que dos y le informó al mundo que el sur también existe, el sur que usted tanto amó, el mismo sur que lo amenazaría de muerte, el mismo sur que lo haría un convicto y lo enviaría al exilio, el sur con el que convertirían en música sus poemas intérpretes como Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Tania Libertad y Nacha Guevara, el mismo sur que lo vio morir.

Usted, muy atinadamente, siempre se consideró un poeta que, además, escribe cuentos y novelas; nunca escribió para el lector que vendrá, sino para el que está aquí. Y quienes estamos aquí somos los jóvenes, a quienes usted dedicó las líneas que acompañan este escrito y que sirven como un punto de reflexión, pero sobre todo como un punto de partida para tomar de una vez por todas la responsabilidad histórica que se nos presenta para hacer de nuestro entorno un lugar mejor para vivir.

El legado que usted nos deja, maestro, es una interrogante: ¿Qué nos queda a los jóvenes, entonces? ¿Qué hay después del rock, del alcohol, de las drogas, del escepticismo, del fútbol, del consumo, de los antros? Usted nos ha respondido: Lo único que nos queda es recuperar la esperanza, cuestionarnos, entendernos, organizarnos y tener buena memoria para no olvidar cualquier tipo de injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo, como bien diría el Che Guevara, cuyos ojos incerrables usted inmortalizaría en un poema; todo esto a pesar de los asesinos del pasado y de los tiranos del presente.

Te vas, maestro, y contigo ha sido enterrado tu bolígrafo, como tú lo decidiste. Sin embargo, con nosotros se quedan tus libros que se abrirán y se expandirán en versos de todo tipo; versos de despedida, de militancia, de amor, junto a tu patria, tus amigos, el fútbol y noches todavía más largas; en palabras del nobel José Saramago, murió Benedetti, ese poeta que supo hacernos revivir nuestros momentos más íntimos y nuestras rabias menos ocultas.

Es difícil y aventurado decir que los jóvenes debemos aspirar a ser como el Benedetti poeta y genio que revolucionó la literatura hispanoamericana, sin embargo creo en la necesidad de que un día los jóvenes lleguemos a ser como el Benedetti luchador social que mantuvo hasta el final la coherencia de lo que creyó, que siempre estuvo por las clases más desprotegidas, marginadas y abusadas; de otra forma, ¿qué es lo que nos queda a los jóvenes?, el cuento es muy sencillo.

(Colaboración para ChidoBUAP)

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
les queda respirar / abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte
esa loca de atar y desatar

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con dios
tanto si existe como si no existe
tender manos que ayudan / abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno /
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines de pasado
y los sabios granujas del presente.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen escrito camarada, un abrazo hidrocálido.