Colaboración para Teip Magazine
El periodismo siempre ha sido un oficio importante para el progreso de la humanidad; quienes han dedicado su vida a las páginas de un periódico o quienes aspiramos a hacerlo, sabemos que ser periodista implica prestar un servicio primordial a la gente, el servicio de la información. Por lo regular, la información no se encuentra en lugares seguros y agradables, pero el buen periodista debe estar ahí, en el lugar de la noticia para llevar a los demás las impresiones y testimonios de los sucesos que se desarrollan diariamente. Lamentablemente, la irracionalidad del hombre, muchas veces hace que el lugar de la noticia sea la guerra.
Para algunos periodistas, ser corresponsal de guerra es como el examen final de la profesión, el punto máximo del periodismo; en este caso no se confunda la pasión con el sadismo o peor aún, con el suicidio, nada de eso. Es muy difícil describir la valentía de quienes arriesgan su vida para cubrir una guerra y llevar a miles de personas una realidad que quizá sea nos resulte lejana, pero que nos concierne a todos.
Vietnam fue un parteaguas en la historia del periodismo de guerra. Nunca antes se habían concedido tantas facilidades a los periodistas para realizar su trabajo y para estar, literalmente, en la línea de fuego del conflicto. Esto permitió que los distintos medios de comunicación llegaran a más personas con una visión más certera. La participación de los periodistas en la guerra de Vietnam fue tanta, que los Estados Unidos acusaron a los medios de ser los culpables de la derrota norteamericana. A partir de entonces, el periodismo de guerra dio un vuelco radical, en donde los estados deciden la información que se puede difundir y la manejan a su conveniencia; ocultando a las víctimas de la guerra, víctimas de crímenes de lesa humanidad, acciones que atentan a la sensatez.
Sin duda alguna, una voz más que calificada en cuestiones de guerra, fue el gran periodista y escritor Ryszard Kapuscinski, quien a través de su trabajó luchó a lado de los más vulnerables para lograr una vida más justa y digna para todos alrededor del mundo, y quien además laboró en los principales periódicos del mundo, entre ellos The New York Times y La Jornada. Para él, la labor del corresponsal de guerra se demerita en gran medida al encerrar a los periodistas en hoteles, apartándolos del conflicto, convirtiéndolos en simples artefactos de correspondencia cuya única labor es recibir comunicados “oficiales” y reenviarlos a sus redacciones; por estas razones Kapuscinski se negó a ir a la guerra de Irak, y no lo hizo por cobardía, sino por dignidad y respeto a su trabajo. “Los periodistas están en hoteles y sólo les dan los comunicados oficiales. Eso no es periodismo. De la guerra de Irak, que fue en la primera en la que se aplicó esa doctrina, me fui, porque eso es el fin del periodismo de guerra. En esas circunstancias, el periodista no puede moverse libremente y se convierte en correo postal de comunicados oficiales”.
Es preocupante el inminente retroceso que se vive en el periodismo de guerra. El conflicto palestino-israelí es un buen ejemplo para demostrar la censura que sufren los corresponsales de los medios de comunicación. Algunas organizaciones sociales y de periodistas han denunciado que tanto los gobiernos de Israel como el de Palestina obligan a los reporteros a permanecer en sus hoteles y a esperar los comunicados que ellos mismos les proporcionan, atentando contra la libertad de prensa y en la mayoría de los casos tergiversando la verdad. Si en un momento dado, algún periodista se niega a acatar estas indicaciones, se les amenaza con retirar la protección e incluso son acosados e intimidados.
La labor del periodista de guerra está en detrimento gracias a algunos avances tecnológicos que le permiten al jefe de redacción tener más información a la mano de la que el corresponsal le puede proporcionar. Se podría decir que antes, el periodista tenía mayor libertad de moverse y dependía de su talento, en este sentido el trabajo periodístico ha cambiado mucho. Sin embargo, gracias a tecnologías como internet, se le puede dar al periodismo un sentido más ciudadano, más cercano a la gente común, que está libre de ataduras y que se ha lanzado a contar la guerra en primer plano. Así es como se conocieron las torturas en las cárceles de Irak y las injusticias cometidas contra los palestinos en la Franja de Gaza. Después de todo, la razón del periodismo siempre será la misma: dar a conocer la verdad sin importar cómo.
Si tuviéramos que definir con un nombre el periodismo de guerra, ése sería: Robert Capa. Para este húngaro, la Guerra Civil Española, la Primera Guerra Mundial y Vietnam fueron lugares cotidianos de trabajo. Desde joven fue un gran apasionado de la fotografía y fueron sus fotos de la guerra los que le valieron su fama como reportero gráfico cuya obra se considera como única y exacta. Su vida terminó cuando tomaba unas fotografías de un avance militar en Indochina y accidentalmente pisó una mina.
Probablemente el oficio del corresponsal de guerra haya cambiado radicalmente por cuestiones tecnológicas y políticas que están fuera del alcance de los periodistas, sin embargo, las guerras seguirán siendo igual de peligrosas y nocivas para la humanidad, y el periodismo tiene la obligación de seguir siendo la artillería de la libertad; en palabras de Kapuscinski, “el buen periodista es un testigo que debe estar pegado a la gente, no a las instituciones”.
Para algunos periodistas, ser corresponsal de guerra es como el examen final de la profesión, el punto máximo del periodismo; en este caso no se confunda la pasión con el sadismo o peor aún, con el suicidio, nada de eso. Es muy difícil describir la valentía de quienes arriesgan su vida para cubrir una guerra y llevar a miles de personas una realidad que quizá sea nos resulte lejana, pero que nos concierne a todos.
Vietnam fue un parteaguas en la historia del periodismo de guerra. Nunca antes se habían concedido tantas facilidades a los periodistas para realizar su trabajo y para estar, literalmente, en la línea de fuego del conflicto. Esto permitió que los distintos medios de comunicación llegaran a más personas con una visión más certera. La participación de los periodistas en la guerra de Vietnam fue tanta, que los Estados Unidos acusaron a los medios de ser los culpables de la derrota norteamericana. A partir de entonces, el periodismo de guerra dio un vuelco radical, en donde los estados deciden la información que se puede difundir y la manejan a su conveniencia; ocultando a las víctimas de la guerra, víctimas de crímenes de lesa humanidad, acciones que atentan a la sensatez.
Sin duda alguna, una voz más que calificada en cuestiones de guerra, fue el gran periodista y escritor Ryszard Kapuscinski, quien a través de su trabajó luchó a lado de los más vulnerables para lograr una vida más justa y digna para todos alrededor del mundo, y quien además laboró en los principales periódicos del mundo, entre ellos The New York Times y La Jornada. Para él, la labor del corresponsal de guerra se demerita en gran medida al encerrar a los periodistas en hoteles, apartándolos del conflicto, convirtiéndolos en simples artefactos de correspondencia cuya única labor es recibir comunicados “oficiales” y reenviarlos a sus redacciones; por estas razones Kapuscinski se negó a ir a la guerra de Irak, y no lo hizo por cobardía, sino por dignidad y respeto a su trabajo. “Los periodistas están en hoteles y sólo les dan los comunicados oficiales. Eso no es periodismo. De la guerra de Irak, que fue en la primera en la que se aplicó esa doctrina, me fui, porque eso es el fin del periodismo de guerra. En esas circunstancias, el periodista no puede moverse libremente y se convierte en correo postal de comunicados oficiales”.
Es preocupante el inminente retroceso que se vive en el periodismo de guerra. El conflicto palestino-israelí es un buen ejemplo para demostrar la censura que sufren los corresponsales de los medios de comunicación. Algunas organizaciones sociales y de periodistas han denunciado que tanto los gobiernos de Israel como el de Palestina obligan a los reporteros a permanecer en sus hoteles y a esperar los comunicados que ellos mismos les proporcionan, atentando contra la libertad de prensa y en la mayoría de los casos tergiversando la verdad. Si en un momento dado, algún periodista se niega a acatar estas indicaciones, se les amenaza con retirar la protección e incluso son acosados e intimidados.
La labor del periodista de guerra está en detrimento gracias a algunos avances tecnológicos que le permiten al jefe de redacción tener más información a la mano de la que el corresponsal le puede proporcionar. Se podría decir que antes, el periodista tenía mayor libertad de moverse y dependía de su talento, en este sentido el trabajo periodístico ha cambiado mucho. Sin embargo, gracias a tecnologías como internet, se le puede dar al periodismo un sentido más ciudadano, más cercano a la gente común, que está libre de ataduras y que se ha lanzado a contar la guerra en primer plano. Así es como se conocieron las torturas en las cárceles de Irak y las injusticias cometidas contra los palestinos en la Franja de Gaza. Después de todo, la razón del periodismo siempre será la misma: dar a conocer la verdad sin importar cómo.
Si tuviéramos que definir con un nombre el periodismo de guerra, ése sería: Robert Capa. Para este húngaro, la Guerra Civil Española, la Primera Guerra Mundial y Vietnam fueron lugares cotidianos de trabajo. Desde joven fue un gran apasionado de la fotografía y fueron sus fotos de la guerra los que le valieron su fama como reportero gráfico cuya obra se considera como única y exacta. Su vida terminó cuando tomaba unas fotografías de un avance militar en Indochina y accidentalmente pisó una mina.
Probablemente el oficio del corresponsal de guerra haya cambiado radicalmente por cuestiones tecnológicas y políticas que están fuera del alcance de los periodistas, sin embargo, las guerras seguirán siendo igual de peligrosas y nocivas para la humanidad, y el periodismo tiene la obligación de seguir siendo la artillería de la libertad; en palabras de Kapuscinski, “el buen periodista es un testigo que debe estar pegado a la gente, no a las instituciones”.
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