Felipe se sintió
De Zelaya a Celaya
Presidente de puesto
Ya en el hangar de la Presidencia de la República, listo para salir de México, programado todo para que no se encontrara con Felipe Calderón que dos minutos después llegaría al mismo lugar, procedente de Tamaulipas, los guaruras mexicanos de elite se negaron a abrir una puerta de cristal o a permitir que el visitante extranjero saliera de un recinto para dar las declaraciones postreras de una visita durante la cual el presidente de puesto, Calderón, se esmeró en cumplir con el protocolo y la línea de apapacho político que la Casa Blanca ha establecido para aparentar que se apoya a Manuel Zelaya en el ámbito del trato y la retórica mientras se gana tiempo para que se asienten los golpistas indiscutiblemente tolerados, cuando menos, por las fuerzas reales de gobierno gringo, sobre todo el Pentágono.
El enojo felipista provino de la cita que Zelaya hizo de una frase del dirigente e ideólogo peruano Víctor Raúl Haya de la Torre cuando un reportero le pidió que dijera qué se sentía haber buscado seis veces la presidencia de su país sin haberlo logrado: ... en estos países es mejor sentirse presidente que serlo
, habría respondido el entrevistado. Lo malo para la relación Zelaya-Celaya (es decir, el ocupante actual de Los Pinos como heredero de las formas y estilos revanchistas y pretenciosos de la señora Marta y su esposo) es que esa cita histórica fue hecha luego de una amplia rechifla en el Teatro de la Ciudad cuando el hondureño mencionó a Calderón y su título oficial y, además, Zelaya coronó el pastelazo con el agregado de que Y eso se lo digo a Andrés Manuel López Obrador, que me está escuchando en diferentes lugares
. Con tales referencias y tal contexto, Zelaya generó las condiciones para que Calderón le disminuya su apoyo. El hondureño, un hombre de derecha al que las circunstancias empujaron a asomarse a la izquierda, experimentó ayer mismo la diferencia entre ser presidente y sentirse presidente, pues la guardia militar de Calderón le hizo parecer desamparado e impotente, llevado al extremo de impedirle los desplazamientos deseados y negarle la posibilidad de hablar con la prensa. Y es que, en realidad, puesto a escoger entre ser o sentirse, Felipe se sintió.
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