7 de enero de 2010

Del anecdotario

Después de una callada y modesta hora de la comida en casa de mi abuela; mi tío leía interesado una revista y yo bebía una taza de café para contrarrestar el frío invernal de principios de año. Repentinamente mi madre intentó romper el hielo y de paso la armonía de aquél comedor, y nos dijo en un tono bastante serio -Quiero que sepan que soy donante de órganos, así que si algo me llega a pasar ya saben lo que tienen que hacer, les voy a dejar a la mano mi tarjeta en donde autorizo que al morir donaré mis órganos-.

Mi tío y yo asentimos con la cabeza y sin hacer comentario alguno, continuamos leyendo y bebiendo café, respectivamente. Ante el éxito obtenido, mi madre continuó -Además quiero que me cremen, no se les vaya a ocurrir enterrame; y tú, Güero, quiero que vayas a tirar mis cenizas en algún lugar que tu consideres me pueda gustar, y mientras lo haces quiero de fondo musical Ojalá, de Silvio Rodríguez-.

Pasaron varios segundos en silencio y mi tío preguntó:

-¿Y más o menos eso para cuándo es?-

Enero, 2010

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